Un espacio lleno de serenidad, un mundo aparte donde solamente se percibe el canto de los pájaros y el sonido del agua que mana de las fuentes ornamentales.
Cuando entramos en estos jardines tenemos la impresión de que son propios de un rey. Y lo son, ya que fueron creados para un rey a principios del siglo XX. Los jardines de Joan Maragall son elegantísimos, con avenidas arboladas, amplias extensiones de césped, parterres de broderie, fuentes ornamentales, numerosas esculturas al aire libre y un palacete que fue, y aún es, residencia real.
Los jardines de Joan Maragall son un espacio lleno de serenidad, un mundo aparte donde solo se percibe el canto de los pájaros y el sonido del agua que mana de las fuentes ornamentales. Se entra por la puerta que hay en la avenida del estadio; lo primero que encuentra el visitante son grandes parterres de césped donde crecen árboles altísimos. De vez en cuando, ligeros desniveles bordeados de piedra van bajando suavemente por el terreno hasta que llegan al corazón de los jardines: el Palacete Albéniz.
No dispone de pipican.